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ISESS | NOTICIAS
30/03/2016 |

Recomendamos este texto de Vilma Pruzzo con un análisis agudo y crítico sobre la alfabetización.



 
La alfabetización líquida
 
¿ Quién defiende el derecho a la educación de nuestros niños?
 
Hoy escribo con rabia -tal como solía decir el maestro Freire- ante la impotencia y la injusticia. Porque es incomprensible que todavía haya niños pampeanos transitando la alfabetización con sufrimiento y sin aprendizajes. Marginados del conocimiento en la sociedad del conocimiento. Injusticia, sí, porque la palabra sigue siendo el bien menos equitativamente distribuido aunque ¿o justamente?... es la única herramienta para la lucha de los sin empleo, sin vivienda, sin derechos; los sin palabras como decía el maestro. Porque cuando no se alfabetiza los que más sufren son los sectores vulnerables de la sociedad. Escribo con rabia, pero esperanzada. La Ministra de Educación acaba de inaugurar el año lectivo convocando a los maestros para que enseñen a leer y escribir, cómo sea y con lo que sea. Libera a los docentes de las prescripciones rígidas que, a través de una especialización docente de origen nacional, sumiera a nuestras aulas en la más cruda alfabetización líquida. Retomo por eso, la singular caracterización de Zygmut Bauman en su libro La educación líquida, porque mientras la educación sólida nos brindó un anclaje seguro y casi omnipotente a los maestros, la educación líquida ha logrado anular el pasado acusado de prácticas aborrecibles que deben descartarse. Los maestros del pasado teníamos claro que debíamos enseñar a leer, a escribir, a sumar y a restar en 1° inferior y 1° superior. ¡Hoy aparece la “unidad pedagógica” de 1° y 2° Año como una innovación superadora! Afirma Bauman que en la educación líquida “el aprendizaje está condenado a ser una búsqueda de objetos esquivos, ambiguos, enmarañados, caóticos”. Por ejemplo, para los expertos de la capacitación, la alfabetización no requiere la enseñanza de las primeras letras sino de “los quehaceres del lector y del escritor: confrontar con las perspectivas de otros lectores, planificar lo que se va a escribir, detectar incongruencias, discutir sobre las intenciones implícitas” (¡En primer grado!). “Planificar, textualizar, intertextualizar, revisar una y otra vez”. Grandilucuencia ambigua y desmesurada. Porque como los pequeños no saben leer, ni escribir, las capacitadoras plantean leer y escribir a través del docente: un adulto que lee ante niños pasivos que ¿escuchan?, y niños que dificultosamente copian lo que escribe otro en el pizarrón. Escuchan y copian. Altamente motivador y engimáticamente anacrónico en plena cultura de la imagen, el color y el movimiento. En la cultura del espectáculo, niños escuchando - o haciendo que escuchan- en silencio y quietos, a un adulto que lee. Una práctica del Medioevo. Aunque no interesaría, si aprendieran a leer y escribir… Tampoco hay libro de lectura (gradiente moralizante de la educación sólida que según las capacitadoras “subsumía las identidades diversas en una visión civilizatoria universal”. Proliferan fotocopias de textos larguísimos, borroneados, sin imágenes… Las docentes que leen deben mostrar los libros y hacerlos circular entre los niños… pero jamás pensar que puedan ser propiedad de los niños. Así, el libro queda como objeto exterior inalcanzable que, además, no incorpora a las familias en el proceso social de la alfabetización. La educación ortodoxa, como la llama Bauman, pensaba que se aprendía amar la lectura desde el amor al libro. ¡Recuerdo cómo amaba yo a mi libro Pimpollito! Cuántas generaciones siguen amando al ¡Upa! de Constacio C. Vigil…Pero entre tanto devaneo discursivo, nos aseguramos que nuestros niños del privilegio crezcan entre libros de materiales tan diversos que pueden manipularse aún en el agua mientras se bañan. En las escuelas públicas suburbanas ya no tienen el libro común, ni se enseña el código, ni la grafía, ni la ortografía, nociones todas que según las capacitadoras podrán ir construyéndose… en procesos múltiples de “liberación y expansión de las fuerzas interiores que están latentes en las oscuras entrañas de la personalidad” como señalara con ironía Bauman sobre la educación líquida. El discurso hegemónico ha dado frutos. Los que construyen siempre son los mismos y seguimos haciendo la reproducción social de la injusticia: muchos niños se estancan en dolorosos descifrados sin poder construir significados. Llegan al secundario sin las herramientas intelectuales que favorezcan la inclusión y conforman los grupos de futuros excluidos sociales. Claro que los capacitadores no se responsabilizan de este cercenamiento de los derechos del niño: si no se alfabetizan es porque son distraídos, apáticos, o violentos… o porque los docentes son vagos, insolventes, despreocupados. Nada tiene que ver la experticia amparada por el poder académico y político. Por eso la alfabetización no es una cuestión técnica sino política que comienza con este primer paso que se ha dado: darle libertad a los docentes para que asuman la responsabilidad ética y social de alfabetizar, como sea y con lo que sea. Porque, como nos dijo el alfabetizador de los pobres, el genial Tolstoi (más conocido como literato que como pedagogo):-¡No existe una única forma de alfabetizar! Por eso se enseña cómo sea y con lo que sea, pero siempre con la custodia permanente del aprendizaje. Porque más allá del conductismo, los resultados (en nuestro caso la lectura y escritura autónomas) interesan, tanto por el crecimiento personal como por el impacto social de una ciudadanía crítica.
 
Prof. Vilma Pruzzo de Di Pego
Maestra Normal Nacional
Profesora de Filosofía y Pedagogía
Dra. en Ciencias de la Educación
Investigadora
 
Lo textos entre comillas son extractos de los Módulos de la Especialización Docente de Nivel Superior. Alfabetización en la UNIDAD PEDAGÓGICA. Universidades para la Unidad Pedagógica. Ministerio de Educación de la Nación. Multicopiado.
Los textos entre comillas de Bauman, Z. pertenecen a su libro Educación Líquida. Gedisa, Barcelona.

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